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La ofensiva en ciberseguridad no puede limitarse a ejercicios anuales: por qué la simulación continua es clave

Introducción

En el actual panorama de amenazas, donde la sofisticación y frecuencia de los ataques incrementa de forma exponencial, la ciberseguridad exige respuestas ágiles, adaptativas y, sobre todo, continuas. Sin embargo, en muchas organizaciones, las prácticas de seguridad ofensivas —pentesting, red teaming, simulaciones adversarias— siguen siendo tratadas como eventos puntuales, relegadas a ciclos anuales o, en el mejor de los casos, trimestrales. Esta aproximación, cada vez más obsoleta, contrasta con el funcionamiento de los equipos defensivos, que operan bajo presión constante y monitorización permanente. La pregunta clave es: ¿por qué aceptar una defensa siempre activa mientras la ofensiva se limita a acciones esporádicas?

Contexto del Incidente o Vulnerabilidad

Las metodologías tradicionales de seguridad ofensiva nacieron en una época donde los ciclos de desarrollo de software y los cambios en infraestructura eran mucho más lentos. Hoy, la transformación digital, el despliegue masivo de microservicios, la nube y el auge del trabajo remoto han incrementado la superficie de ataque de forma drástica y dinámica. Según informes recientes de ENISA y el SANS Institute, más del 80% de las organizaciones ha experimentado cambios significativos en su infraestructura crítica en el último año, lo que genera nuevas vulnerabilidades con una frecuencia que excede ampliamente el calendario de las auditorías anuales.

Además, la evolución de los adversarios —grupos APT, ransomware-as-a-service, cibercrimen organizado— implica que las tácticas, técnicas y procedimientos (TTP) cambian constantemente. Las amenazas ya no obedecen a un calendario previsible: el ciclo de vida de la vulnerabilidad se ha comprimido, y la ventana de exposición se mide en días, no en meses.

Detalles Técnicos

En términos técnicos, la práctica de realizar pruebas ofensivas “en cascada” (un único pentest anual, un red teaming al año) deja a las organizaciones ciegas ante nuevas vulnerabilidades y configuraciones erróneas que pueden surgir de actualizaciones, despliegues o errores humanos. Ejemplos recientes incluyen la explotación masiva de vulnerabilidades como CVE-2023-23397 en Microsoft Outlook o CVE-2024-3400 en Palo Alto Networks, donde los exploits fueron desarrollados y comercializados en menos de dos semanas tras la divulgación pública.

El uso de frameworks como Metasploit, Cobalt Strike y, cada vez más, plataformas de Breach and Attack Simulation (BAS) permite a los equipos ofensivos replicar TTPs catalogadas en matrices como MITRE ATT&CK (por ejemplo, Initial Access – T1078, Lateral Movement – T1021). Sin embargo, si estos ejercicios no son recurrentes, la organización pierde visibilidad sobre su postura de seguridad real. Además, los indicadores de compromiso (IoC) evolucionan a diario, y la ausencia de monitoreo ofensivo frecuente dificulta la detección temprana de brechas.

Impacto y Riesgos

La principal consecuencia de esta aproximación es el aumento del riesgo residual y la falsa sensación de seguridad. Según el último informe de Ponemon Institute, el 67% de las organizaciones que sufrieron brechas críticas en 2023 habían realizado un pentest en los últimos 12 meses, pero no contaban con simulaciones ofensivas recurrentes. El coste medio de una brecha en la UE supera los 4,6 millones de euros, y los incidentes de ransomware han incrementado un 75% en los últimos dos años.

Desde el punto de vista normativo, regulaciones como el GDPR y la nueva Directiva NIS2 exigen la adopción de medidas técnicas y organizativas “adecuadas y proporcionales” al riesgo, lo que incluye la evaluación continua de la seguridad. La auditoría anual ya no es suficiente para cumplir con los requisitos de “state-of-the-art security”.

Medidas de Mitigación y Recomendaciones

Para mitigar estos riesgos, se recomienda adoptar un enfoque de seguridad ofensiva continua, basado en:

– Integración de plataformas BAS que permitan simulaciones automáticas y periódicas de ataques reales.
– Red teaming persistente o “purple teaming” colaborativo, alineado con las capacidades de detección y respuesta del SOC.
– Ejecución mensual o incluso semanal de pruebas de vulnerabilidad y ejercicios de explotación controlada.
– Actualización continua de los playbooks ofensivos según nuevas TTPs identificadas en MITRE ATT&CK, threat intel feeds y ciberinteligencia sectorial.
– Establecimiento de KPIs y métricas para evaluar la evolución de la postura ofensiva a lo largo del tiempo.

Opinión de Expertos

Según Francisco Lázaro, CISO de Renfe y miembro del comité de ISMS Forum España: “La seguridad ofensiva debe ser tan dinámica como las amenazas a las que nos enfrentamos. El pentest anual puede servir para cumplir el expediente, pero no para proteger la organización de los riesgos reales”.

Por su parte, Marta Barrio, analista senior de Threat Hunting en S21sec, destaca: “Las herramientas BAS y los ejercicios de adversarial emulation permiten identificar brechas de forma proactiva y continua, ajustando la defensa en tiempo real”.

Implicaciones para Empresas y Usuarios

Las empresas deben replantear sus presupuestos y estrategias de ciberseguridad para integrar simulaciones ofensivas continuas como parte del ciclo operativo, no como un proyecto aislado. Los usuarios, por su parte, se benefician indirectamente de entornos más resilientes y capaces de mitigar ataques antes de que se materialicen. La tendencia de mercado apunta a una convergencia entre blue y red teams, con roles híbridos y automatización avanzada.

Conclusiones

Limitar la seguridad ofensiva a ejercicios anuales es una práctica insuficiente ante la velocidad y complejidad de las amenazas actuales. Solo la ofensiva continua garantiza una visibilidad realista de las vulnerabilidades y una capacidad de respuesta efectiva. El reto para CISOs y equipos técnicos es evolucionar hacia modelos proactivos, automatizados y alineados con las mejores prácticas y regulaciones vigentes.

(Fuente: feeds.feedburner.com)